La prevención de las drogodependencias surgió como un movimiento profesional, muy\r\nactivo y motivado, con escasa presencia institucional, salvo el apoyo de los ámbitos de\r\njuventud y fue perdiendo relevancia al tiempo que las estructuras públicas lo asumían. Esta\r\nparadoja se explica, en una gran medida, por la necesaria priorización que se atribuyó a la\r\nasistencia, pero también por la facilidad con la que la acción política se puede despachar\r\ncon retoricas, ya que el impacto de la prevención no se suele evaluar más allá de los\r\nexperimentos de grupo y las memorias de actividades que describen el producto. Por si\r\nesto fuera poco, la demanda de los ciudadanos es muy abstracta y solo requiere afirmar\r\ncon algún grado de credibilidad que “algo se está haciendo”, lo cual no es posible con la\r\nasistencia que requiere recursos reales. Esta descripción de la situación ya apareció en el\r\nllamado “libro blanco de la prevención” (1996), que nunca fue difundido como tal, pero\r\na partir del mismo se modificó la terminología de la prevención y se optó por un modelo\r\nde “prevención basada en evidencia” (que no suele asumir los estándares de evidencia\r\ncientífica) pero que ha facilitado el mantenimiento de los “simulacros” retóricos. Superar\r\nesta situación es fácil, pero requiere un firme compromiso político, sin retórica y con\r\nrecursos, lo que en este momento no está en casi ninguna agenda.
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Autor
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Domingo Comas Arnau - Fundación Atenea
Palabras clave:
Prevención de las drogodependencias, políticas públicas, retóricas políticas, evidencia seleccionada, evidencia científica, priorización de recursos, efectividad.